Fundación 1º de Mayo | 20 de abril de 2024

Grandeza y miseria del Estado social

    Trabajo del jurista francés experto en Derecho social, Alain Supiot, en el que hace un repaso histórico sobre la enseñanza jurídica en Francia de lo que con una denominación muy elástica llamamos derecho social, ‘una  espesa selva de reglas dispares que creció con la revolución industrial y cuyo inexorable agostamiento hoy anuncian algunos’. [DESCARGAR PDF]

    22/07/2014.
    Grandeza y miseria del Estado social

    Grandeza y miseria del Estado social

    De 1612 a 1919 el derecho no dejó de ser enseñado en el Collège  de France. Tras una interrupción de setenta años esta enseñanza fue retomada con la cátedra de Derecho Internacional, ocupada por René-Jean Dupuy, aquella que después Mireille Delmas-Marty consagró a los Estudios jurídicos comparativos y a la internacionalización del derecho. La continuación de esta larga tradición es lo que la Asamblea de profesores ha decidido confiarme. No sabría muy bien cómo expresar, estimados colegas, mi gratitud por la confianza que habéis depositado en mí a la vez que mi sorda inquietud por esta pesada responsabilidad. “En la cumbre de la montaña comienza la ascensión” me repite al oído Khalil Gibran. Esta advertencia del poeta la tomo tanto más en serio por cuanto la cátedra que inauguramos esta noche no recae sobre ninguna de las tres grandes materias jurídicas que se han enseñado en el Collège de France desde su creación. Aunque puedan establecerse lazos con esas diferentes disciplinas, su objeto propio no es ni el derecho canónico, ni el derecho internacional, ni el derecho comparado, sino eso que con una denominación muy elástica llamamos “derecho social”, una  espesa selva de reglas dispares que creció con la revolución industrial y cuyo inexorable agostamiento hoy anuncian algunos. ¿Se equivocan? Ciertamente no, si quieren decir que el Estado social solo es un momento en la larga historia de las solidaridades humanas y que sus formas, a pesar de la diversidad que haya podido ir presentando, no son ni fijas ni definitivas. Pero se equivocan ciertamente si piensan que la justicia social es un asunto ya superado. El decano Carbonnier, que guio mis primeros pasos de investigador, pudo escribir al respecto que “el único derecho absolutamente indispensable es el derecho del trabajo, o sea, el derecho social en el sentido general del término. Como demostró François Ewald de manera convincente, el Estado social nació, en el paso del siglo XIX al XX, con la adopción en todos los países occidentales de un nuevo régimen de responsabilidad en los accidentes laborales. Uno de los testigos más desconocidos y más perspicaces de este giro jurídico fue Franz Kafka, que consagró toda su vida profesional a la puesta en marcha de la ley sobre accidentes laborales que Austria-Hungría había adoptado desde 1887. Sus estudios de derecho le habían dejado un recuerdo contradictorio: “Me he alimentado espiritualmente —escribe a su padre— de serrín, que para colmo millares de bocas habían ya masticado para mí. Pero en cierto sentido, era justamente lo que me apetecía.” Dos años después de haber defendido su tesis doctoral, Kafka entró en 1908 al servicio de “Seguros obreros contra accidentes del reino de Bohemia”. Visitando fábricas, tratando con hombres mutilados por accidentes de trabajo, luchando contra una burocracia que se las ingeniaba para no indemnizarlos, adquirió una constante experiencia de la injusticia. Esta experiencia no solo lo condujo a defender en sus escritos jurídicos una interpretación amplia del campo de aplicación de la ley de 1887; también empapó intensamente su obra literaria. Su amigo Max Brod  cuenta que Kafka “se sentía profundamente afectado en sus sentimientos de solidaridad social cuando veía las mutilaciones que los obreros habían sufrido a causa de la carencia de aparatos de seguridad. Qué humildes son esos hombres —le confió un día, fija la mirada—. En lugar de tomar la casa al asalto y saquearlo todo, vienen a suplicarnos”.

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